Nos vamos de vacaciones :)

Y como siempre, le cuelgo milagritos a cada cosa que me emociona.

Por mí

Desde el 2018 no veo a mi Caribe bello. Pienso en ese año y no me reconozco. Tenía 26, vivía la vida loca: enfiestando de lunes a viernes, conociendo gente random, recién divorciada de un “musulmán” y con historias tan irreales que ni yo misma me atrevo a contar. Pero esa Ximena ya no existe. No sé si se quedó enterrada en la arena o si se evaporó con la brisa del mar.

Hoy regreso sin expectativas reales, quizá con un poquito de miedo. Porque sé que al volver de frente a esos lugares me daré cuenta de cuánto ha cambiado todo. Y sí, eso me paraliza un poco.

Por mi hijo

Cuando pensé en este viaje, en realidad lo imaginé en solitario. Quería celebrar mi separación y echar fiesta 24/7. Pero había algo que me hacía dudar. Hasta que una conversación sembró la idea que yo ya traía dentro: llevar a Alonso conmigo.

Lo sentí como una deuda pendiente. Al final, Alonso estuvo ahí desde el inicio, incluso cuando yo estaba embarazada y atravesaba por tantas tormentas. Este viaje es mi manera de decirle: “Cuando estabas en mi vientre no la pasamos tan bien, pero hoy podemos estar aquí, tú y yo, disfrutando un descanso juntos.”

El mar de la maternidad

Ser mamá ha sido navegar un océano infinito: olas fuertes, olas suaves. Y Alonso siempre ha estado a bordo. Me ha visto llorar cuando la vida se pone cuesta arriba, me ha acompañado en mis carcajadas estruendosas y nunca se cansa de recordarme: “Mamá bella, te amo.”

Este viaje es un regalo para él y para mí. Un recordatorio de que, aunque los días malos existan, el sol siempre vuelve a salir. 🌞💙

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