El sueño que dejé ir.

Definitivamente dejar la casa de mis padres justo a semanas de haber cumplido veinte años no ha sido la mejor decisión. Desde ese momento, comencé a crecer sola, aún con muchas personas a mi alrededor. El único lugar al que he podido encajar después de tantos años es en los pequeños brazos de Alonso; porque es el lugar en donde he sido amada y vista con amor después de tanto tiempo, con ese amor puro que no juzga, que te ve entera y que  para nosotros es lo más hermoso del mundo.
De niña tuve muchas cosas que me hacían sentir querida; pero cuando me fui, todos esos lugares que de pequeña eran mi casa, comenzaron a ahogarme. Me costaba mucho trabajo volver a ser parte de ahí. Traía el estigma de haber dejado a mi madre con mis hermanos pequeños y yo fingía ser un adulto independiente gozándola con gente que me llevaba diez años más que me hacían sentir en la gloria. 
Nunca nadie me pregunto cómo estaba, ni que quería hacer con mi vida. La verdad es que no podía ver que estaba huyendo de mi propio duelo, simplemente no me di el chance de asimilar la muerte de mi papá. Salí corriendo porque todo lo que soñaba vivir cuando fuera grande ya no iba a tener el mismo significado porque mi actor favorito se había ido. Y aunque por muchos años me jacté diciendo que mi papá se fue cuando yo estuve lista para su partida, hoy puedo decir que esa ha sido la mentira más grande que me he repetido a mi misma y terminé creyendo. 
Mi papá ya estaba muy grave, no por el cáncer más bien por los estragos de las treinta sesiones de radiación. Él sólo hablaba de las cosas que soñaba por la noche; nos relataba muchas cosas que parecían tener un significado mas profundo.
El día que nos contó que había visto a su papá, -a mi abuelo Guillermo- en un barquito, remando en un río muy largo y  el estaba en la orilla del rio esperando a que mi abuelo le hiciera alguna señal para que se subiera supe que tenía que dejarlo ir. Así que de las últimas oraciones profundas que tuve con el dios de mi infancia era que pudiera soltar a mi padre para que ya no sufriera más y pudiera subirse al barquito en el que venía mi abuelo. 
Ese día después de ir a la congregación, fui a la recamara donde dormía, lloré mucho y por más que trataba las palabras no salían de mi boca; él me dijo que no me iba a dejar hasta que yo estuviera lista y  solo alcancé a responder que ya lo estaba, que el podía irse cuando quisiera. Así que mi papá murió al día siguiente.
Ahí no solamente lo solté a él, solté muchos sueños que ya no íbamos a poder vivir juntos, lloré por todo lo que ya no íbamos a compartir juntos. Uno de los sueños que más me dolió fue el de casarme.
Yo quería una boda solamente para verme del brazo de mi padre bailando sin sentido Rosa de Lima mientras me decía al oído lo hermosa que me veía ese día estando en medio de la pista. Siempre creí que eso sería caminar sobre el arco iris y cuando papá se fue ese sueño se fue con él.
Ser madre no estuvo en mis sueños de niña y las veces que se vislumbraba esa posibilidad yo de forma tajante la cortaba, hasta que Rodrigo llegó a mi vida y planteamos esa posibilidad de ser padres. 
Evite pensar en mi papá cuando transcurría el embarazo porque estaban pasando más cosas de las que podía soportar. Sólo recuerdo un día que realmente deseé que Abraham estuviera conmigo porque tenía el corazón roto y no sabía a quién correr, porque me sentía avergonzada y después de muchos años me volvía sentir desprotegida; esa noche hablaba con mi papá y con mi bebé deseando que entre todas las dimensiones que yo no puedo entender, ellos dos se hubieran cruzado y al menos entre miradas pudieran reconocerse. 
Alonso nació y entendí un poco eso que mi papá decía siempre sobre los destellos de felicidad: el nacimiento de mi hijo era uno de ellos. Entonces después de la euforia de ver su carita por primera vez, me pasaron a recuperación, ahí en ese espacio pequeño tapado por una cortina lloré en silencio por nosotros, -por mi papá y por mi- porque la vida nos quito la posibilidad de que fueras abuelo y fui consciente que a partir de este momento ya no podría predecir como reaccionarias ante equis o ye situación. Su vida se comenzaba a quedarse corta respecto a la mía y cada año me falta cada vez menos para llegar a la edad que tu tenías cuando partiste de acá.
Me he dado cuenta de que así como existen almas viejas, también existimos las almas tristes. Yo soy un alma triste porque siempre puedo escribir más de lo que me duele, de lo que extraño, de lo que ya no está. No me incomoda exponer mis heridas pero sé que no es fácil para nadie entender toda esta vaina tan sentimental; por esa razón me refugio tanto en los colores, porque de alguna forma hacen verme más alegre de lo que soy realmente. Y no es que ahora no sea feliz, sólo recuerdo de donde viene todo esto y me aferro de alguna forma al mundo que conocí antes de huir. 
Todavía en la actualidad no sé como conectar del todo con las personas que me hacen sentir bien, aún me sigo preparando para lo peor con la esperanza de recibir lo mejor. Porque puedo saber muchas cosas pero recibir algo de los demás me cuesta mucho trabajo, simplemente no sé como reaccionar. 
Pero ese rollo lo comparto después...

Comentarios

Entradas populares