La maldición de ser creativa.

Inmersa en mil facturas y hojas llenas de números, sentí que mi creatividad estaba maldita. Apliqué para un nuevo puesto a ciegas, en un proceso nada establecido y casi con todo en contra, creí que tal vez consiguiendo ese escenso con mayores ventajas y un sueldo mayor me ayudarian a ser mas constante en mi Casa Marpache. 
Ser creativa se convertía en una maldición. Si, al parecer en mi vida laboral de oficinista, no es muy virtuoso ser "la artista" en medio de tantos numeros, procesos y logistica. Mis psicometricas arrojaron que mi perfil no iba con lo que buscaban, esa fue la respuesta vía telefónica, después de varios correos que no contestaron; de quemar mi único cartucho con el director adjunto de la compañía y decirle asi a quemarropa que yo estaba lista para ese puesto, que me pusiera a prueba, que conocia perfecto la actividades de la posición. El tipo solo contestó que me enviarian las pruebas.
Por un momento odie ser tan creativa, porque realmente queria ese ascenso, pero no pasó como tenía planeado.
A la par de este viacrusis, se comenzaron a concretar nuevos servicios para Fiesta Marpache -el espacio virtual en donde hago invitaciones- y de repente me vi haciendo un espacio en mi casa para darle forma a mi taller de impresión de Marpache.
La decisión en mi trabajo me ha abierto los ojos: ¿Por qué cuando era niña, mi creatividad era lo que más me distinguía y ahora "en el mundo de adultos" es una patada en los huevos?
Desde que recuerdo he abrazado mi lado creativo; desde los cuatro años mi madre  pegaba cartulinas en las paredes de la casa para que dibujara ahí sin estropear los muros. Nunca tuve el afán de ilustrar, pero si de combinar un montón de cosas para que mis cosas sobresalieran de los demás. Forré mis libros y cuadernos desde tercero de primaria -otra vez gracias a mi mamá ya que no me gustaba que usará papel lustre porque se cuarteaba- amaba todo lo que me permitiera mostrar mis dotes creativos y nunca ser igual a los demás. Mi papá fue mi mejor compinche, él me enseñó a hacer las mejores trabajos escolares. 
Sin temor a equivocarme todos mis compañeros de clase saben lo creativa que he sido, siempre fui reconocida por eso. A excepción de la universidad porque ahí después del quinto trimestre el síndrome del impostor se adueñó de mis pensamientos, me deprimí y me costó demasiado levantarme. Literalmente huí de la carrera de diseño industrial porque no consideraba que fuera buena, todo me costaba trabajo, todo lo que hacía me parecía horrible. Entonces ahí apareció Tache Bolita, en un inicio para generarme un ingreso fijo después de tener que dejar mi trabajo de becaria en la industria del empaque flexible que en pocos meses se convirtió en mi escape perfecto. Diseñaba, imprimía, cortaba, entregaba y me pagaban. Todo lo hacía yo y mi inversión era a penas del 20% comparado con lo que recibía de pago por cada trabajo. 
Gracias a Tache Bolita -nombre qué adopté porque cuando era niña me encataba leer todo lo que se me cruzara en frente y los recibos de nómina de mi papá decían así, TACHE BOLITA, S.A. DE C.V.- pagué mi viaje a Mazunte y a Cuba. 
También recuerdo una super cagada con un señor ejecutivo de Santa Fé que en un inicio quería el branding de su esposa para su negocio de bienes raíces y terminé vendiéndole además la idea de un empaque para sus regalos de fin de año. Entregué una porquería, las bolsas estaban mal diseñadas; ahí aprendí sobre suajes y desde ahí no volví a calcular a la "ay se va" porque perdí mucho dinero que no tenía en ese momento. 
Tache Bolita se transformó en TaBol debido a que alguien que era de mis clientas y amiga (? decía que le parecía poco profesional presentar cotizaciones con el nombre de Tache Bolita a la empresa transnacional en la que trabajaba. Entonces, aunque en el fondo senti muy feo porque era el recuerdo de mi padre en mi negocio, cedí a la presión y lo acorté a TaBol. La ironía es que jamás volví a trabajar con ella. 
Yo siempre preferí hacer invitaciones para niños, hasta la fecha es algo que disfruto, el color, las formas. Amo la armonía de los colores, de hecho por más que trato de hacer algo "aesthetic" siento que le falta mas "passion" definitivamente hasta en el diseño, la tibieza en el diseño me parece aburrida  sin vida.
Esta parte de Tache Bolita/TaBol fue muy hermosa, comencé anunciando mis productos en grupos de facebook. Fui una neni del 2015, recorriendo todo el metro para hacer entregas, yo confiaba tanto en la gente que me escribía que no pedía anticipos, todo es - y sigue siendo, al menos en pedidos pequeños- pago a contraentrega. 
Muchos saben que en 2016 mi vida dió un giro de 360°, decidí alejarme por completo del diseño pero Vistahermosa me regresó a él. 
Siempre estaré agradecida con Linnet por ver en mi tantas cosas, por prestarme su negocio y su marca, para ponerle un poco de mi esencia y darme total libertad creativa para experimentar con ella.
Después de eso, no volví a tener un trabajo igual, ni un jefx que valorará de verdad mi lado creativo.
Entré al aro, me resistía pero después de años, regresé a la vida administrativa y aunque he tenido destellos de felicidad, no he sido plena y me he quedado viendo en la ventana la vida pasar. Sintiendo que soy lista, al menos lo suficiente para eficientes y ejecutar los procesos administrativos, pero cargando la cruz de la mayoría de las personas creativas: la volatilidad, la distracción, ese rollo de soñar despiertx. 
No quiero terminar mis días pensando en qué hubiera pasado si las cosas fueran diferentes. Si mi sueño de ser crafter, se hubiera hecho realidad. Pero sobretodo, no voy a permitirme creer que de verdad mi creatividad es una maldición.






Manifiesto:
"Cuando vuelvas a leer esto, el siguiente año vas a llorar porque lo estás logrando, porque no era tan difícil como pensabas, vienen más retos y lo estás logrando, es más ¿Ahora a donde hay que mudar a esta Casa Marpache?  que ha crecido tanto".

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