Para cuando me preguntes vol. I


Esta nota es más tuya que mía, este recordatorio es para cuando lleguen las preguntas sobre tu origen; aún no sé que tan avanzados estén los medios de comunicación, ni las mutaciones digitales que estarán para cuando tu me llenes de preguntas. A mi me hubiera encantado que mi madre pudiera responder esas tontas preguntas sobre que me gustaba hacer cuando era bebé, así que olvida lo que dije al principio, probablemente esta nota se trate de mi nuevamente y de lo mucho que me hubiera gustado que tu abuela no olvidará después de casi 30 años lo que yo hacía cuando era una cría tan pequeña como tu.

Naciste enorme, todavía recuerdo ver la cara del pediatra tras la sábana que me impedía ver la carnicería de mi cuerpo, diciendo: “Señora, es que su hijo esta muy grande, sus pies están encajados en sus costillas”. No sé si eso es posible, pero podía sentir las manos del médico empujando algo de mi cuerpo. Saliste y por un momento dejé de escuchar Puente de fondo, todo se paralizó; hasta tu llanto me pareció melódico. Tardaron unos minutos y te pusieron frente a mi, tu carita roja, tus mejillas como melocotones jugosos, estabas ahí, desnudo e indefenso, sintiendo por primera vez el aire, respirando por ti mismo. Yo estaba desconcertada, la espera había terminado; también estaba indefensa, tendida en una plancha fría ante varios desconocidos que trataban de hacerme sentir tranquila. Y cómo no iba a estarlo, la vida se había revelado ante nosotros.

Todavía en la recuperación, intentaba entender lo que había pasado, deje de ser uno para transformarnos en dos. La alquimia perfecta, la magia del amor. Regresé al cuarto del hospital, tu papá estaba ahí, entero pero nervioso, yo estaba cansada, vulnerable y en espera de que llegaras. Sabíamos que estabas bien pero moríamos por verte. Pasaron unas horas y la enfermera llego contigo, con ese trajecito de dinosaurio gris que eligió tu papá porque sabe lo mucho que me gustan esos seres extintos.















No recuerdo bien, creo que Rodrigo fue el primero en cargarte, ahí se materializó el regalo que era formar una familia, nuestra familia de tres. Desde el primer día has sido muy comprensivo con nosotros, tienes un sueño envidiable respecto a otros bebés, pareciera que supieras que para mi dormir es sagrado y lo has entendido muy bien.





Han pasado casi 4 meses de aquel día, alimentarte es lo que me mantuvo contenta, sin preocupaciones y feliz. Ver tu carita, sentir tus manitas y la forma en la que comes hasta saciarte es lo más bonito de verte crecer.

Balbuceas mucho, eres muy sonriente. Tus abuelos te aman con locura y tus tías no se quedan atrás, mis hermanos aunque aún no saben bien como tratar a un bebé siempre tratan de hacerte reír. Eres luz en la vida de los que te amamos.

Te canto todo el tiempo, eres mi hijito, mi Pequecito, estamos pegados 24/7, esta pandemia ha hecho que estemos juntos, mi trabajo ha permitido poder cuidarte y verte crecer sin pausa. Es cansado, porque mi radar de mamá se enciende nada más de escucharte emitir un sollozo, no importa nada más que atender tu llamado; tu papá se ríe de mi porque dejó cualquier cosa que este haciendo en ese momento para calmar tu llanto, ni siquiera yo comprendo porque lo hago en automático.

Hemos aprendido muchas cosas en estos meses, a bañarte, a tratarte, a usar pañales que sean amigables con el ambiente y con tus pompitas, a jugar con tus horas de sueño para poder tener “tiempo libre”, a entender qué rayos es eso de un banco de leche, para que no sea necesaria la fórmula para darte de comer. Yo insisto en darte la crianza más natural y menos pretenciosa que puedo concebir como buena para que estés conectado con el mundo desde el amor. (Ya sé, soy un remedo de hippie buena onda wannabe)

Sin esa hamaca mis labores estarían arruinadas, te amo mucho hamaquita. Me gusta mucho que reposes en ella hasta que caes dormido, escuchando el canto de los pajaritos que se posan en el poste de luz que esta fuera de nuestro pequeño patio, o el ladrido sin fin de Canela, la perra guardiana del vecino cristiano que sigue empeñado en convertir a tu papá a su bando. Hay ocasiones tu sueño es interrumpido por el pasar del tren y otras simplemente es un ruido blanco al que no prestas atención porque es más grande tu cansancio.

Ya me acostumbré a escuchar mil veces: “Es igualito a Rodrigo”, “No cabe duda que es su papá” y no es que en algún momento me hubiera molestado, más bien me da ternura, porque cuando pensamos en tener un hijo, creíamos que sería niña, si, pensamos que las niñas son más tiernas y tranquilas. Sin embargo, no contamos con la dulzura con la que vendrías, el bendito carisma que tanto dice tu abuela que tienes y en efecto, nos tienes cautivados. Mandamos semanalmente varias fotos tuyas a tus principales admiradores en la familia y no dejan de elogiar tu carita y tus poses divertidas, algunas las odiaras cuando seas más grande, es la ley de la vida; pero de igual forma las tendremos atesoradas porque siempre vas a ser mi bebé, ese niñito que estuvo dentro de mi y que cambió la vida de muchos para llenarnos de alegría.

Te amo mucho, Alonso.

Comentarios

Entradas populares